Cariño, empezar por decirte que fuiste la luz que me iluminó
un 15 de septiembre cuando realmente me encontraba perdida. Fuiste mis ganas de
volver a reír, de levantar la cabeza y gritar, después de haber estado mucho
tiempo callada. El tiempo transcurrió como debía, y lo que empezó como una
coincidencia, se fue agrandando cada día.
Aunque suene irónico, lo nuestro se fue formando en contra
de muchas personas, fue creciendo con los comentarios negativos hacia nosotras,
las malas caras y las mentiras. Pero, míranos, nada de eso nos pudo, ni nos va
a poder. Porque somos una, no necesitamos palabras para entendernos, es esa
magia de mirarnos y comprendernos lo que nos hace tan especiales. Que nadie lo
entienda, que discutamos por tonterías, que nos matemos a celos, es lo que nos
hace más fuertes. Porque, pequeña, aunque muchas veces digamos cosas que no deberíamos,
las dos sabemos que eso son solo cuentos, que siempre vamos a estar la una para
la otra.
Tienes una sonrisa tan cálida, supongo que eso fue lo
primero que vi en ti, me acuerdo incluso como te miré entre tanta gente que me
miraba a mí. ¿Realmente estaba sola? No lo sé, sigo creyendo que el destino es
quien baraja las cartas y tú acababas de llegar a la partida nueva de mi vida.
Jamás podré agradecerte que me dieras tanta calma y seguridad, nunca he llegado
a hablarte de esto, pero te juro que he agradecido ese día millones de veces al
karma.
Día a día sigues aportándome todas esas cosas, lo nuestro
mejora por momentos. ¿Sabes? Nunca me voy a separar de ti porque, rubia, siempre
seremos estrellas de Rock and Roll.
Tutitwin, algo más que mi vida entera.